«Luca, el 50% de los niños de tu generación llegarán a los 100 años» le espeté a mi hijo no hace mucho. Lo cierto es que no le hizo demasiada ilusión.
¿Qué les parecería a ustedes?
Es indudable que el aumento de la esperanza de vida es un signo de progreso, pero si les parece, no me centraré en este punto sino en lo que implica a nivel de carrera laboral y quizás se entienda porque a Luca no le hizo especialmente ilusión en un principio.
Si hablamos de la edad de jubilación, viviendo 100 años, ¿dónde se situará? ¿A los 80? Esto implica que a lo largo de nuestra vida deberemos generar un portfolio de valor lleno de trabajos diferentes, de experiencia, de contactos y de habilidades crecientes.
Estas habilidades crecientes son lo que se conoce como upskilling y reskilling.
Upskilling hace referencia al proceso de aprender nuevas habilidades en tu campo; en cambio, el reskilling nos habla de adquirir habilidades para desarrollar trabajos diferentes.
No podemos esperar que estas necesidades las satisfaga el sistema educativo, que todos entendemos que debe cambiar, sino que deberemos buscarnos la vida con una actitud abierta, adaptativa y de aprendizaje continuo, no como una obligación sino como una elección y una oportunidad.
En las empresas, más o menos, encontramos a un 18% de trabajadores motivados, un 60% de gente que “ni fu ni fa” y un 22% de amargados (dentro de los cuales hay un porcentaje de saboteadores). Con una vida laboral que se estira como un chicle, imaginen lo que puede suponer no formar parte de ese 18%. Es importante descubrir nuestros talentos y fomentar la curiosidad como motor interno.
En este mundo de vidas tan largas entra también en juego la evolución de los tipos de inteligencia artificial. De los de memoria limitada a los tipos que tienen conciencia de sí misma, el más cercano a los seres vivos. ¡Parece ser que tendremos mucho tiempo libre con unas máquinas tan eficientes! El trabajo no sólo sirve para pagar facturas sino para asegurar nuestra dignidad y progreso, así que nos encontramos ante un reto de enorme magnitud. ¿Cómo aseguraremos la dignidad en un período de vida laboral tan largo?
Igualmente tenemos otra implicación: nos mezclaremos con muchas generaciones en el trabajo. A día de hoy, hablamos mucho de la generación baby boomer (los nacidos de 1946 a 1964), de la generación X (del año 65 al 80), de los millennials (de los 80 a las puertas del 2000) y de los Z , los que vienen a continuación. Aunque hay rasgos diferenciales entre las generaciones y debemos tenerlos en cuenta a la hora de gestionar equipos, quizás no se sientan reconocido/a en ninguna. En estos casos, a mí me gusta poner de ejemplos a Miguel Castillo, un Erasmus de 80 años en Verona, o de Rita Levi Montalcini, premio Nobel de medicina al que cuando le propusieron hacerle un homenaje cumplidos los 100 años se negó, diciendo que no le interesaba el pasado sino el futuro, que no le vinieran con puñetas. Miguel y Rita son un claro ejemplo del “perennials”: el anti-generación. Gente que no se siente identificada con ninguna generación en concreto porque su fecha de nacimiento no determina ni su actitud ni sus comportamientos. Gente con la curiosidad bien despierta, con la capacidad de reinventarse continuamente y en constante cambio.
¿Añadimos años a la vida o vida a los años?
Laura Ravés
Directora de cultura, organización y personas