¿Qué habéis regalado a vuestros hijos e hijas por Reyes?
Según un estudio del Instituto de la Mujer presentado el 26/10/2020, un 60% de los anuncios de juguetes sigue representando a las chicas como coquetas, cuidadoras, madres o esposas y princesas. En menos de un 4% de los casos las presentan como heroínas. En cambio, los arquetipos masculinos se asocian a guerreros, héroes o aventureros.
Igualmente en 6 de cada 10 anuncios se deja al margen la chica de la ciencia y la tecnología, con juguetes sin apoyos electrónicos o mecánicos.
Cuando después nos preguntamos porque sólo tenemos un 13% de mujeres en las carreras STEM y ponemos el foco en las últimas etapas antes de ir a la universidad, nos equivocamos. Esta brecha la empezamos a crear desde la más tierna infancia, con los juguetes que compramos y los cuentos que leemos a nuestros hij@s antes de irse a dormir, a pesar de que ya no nos extraña que los chicos quieran ser princesas y se disfracen de Frozen, y las chicas guerreras, teniendo como modelos Amaya Valdemoro, Ona Carbonell o Carolina Marín.
Las niñas aprenden desde muy pequeñas que se espera que se comporten de una determinada manera. Las expectativas las inculcamos desde la más tierna infancia. Carol Gilligan nos lo explica en su libro a «In a Different Voice». Se espera que las niñas sean dóciles, tranquilas e introspectivas, nada de agresividad y a valorar más las relaciones que las reglas.
Gilligan habla de que chicos y chicas tienen un enfoque diferente sobre la moralidad. La moral, para los chicos, tiene una orientación hacia la justicia, mientras que para las mujeres tiene una orientación hacia la responsabilidad. Pensamiento y acción van de la mano.
Y mientras seguimos poniendo hashtags, comprando juguetes y contando cuentos con estos arquetipos, no ponemos suficientemente el foco en un modelo educativo que en las primeras etapas es «a granel». Dos opciones: o encajas o encajas. Una carretera de un carril donde ser diferente quiere decir pagar peajes y alguna multa en forma de dolores de cabeza de los padres y frustración de los niños.
Según lo World Economic Forum las habilidades que serán más preciadas al mercado laboral en 2025 serán el pensamiento crítico, la resolución de problemas, el aprendizaje continuo, la flexibilidad, la innovación y la tolerancia al estrés.
En definitiva, se imponen entornos disruptivos donde arrancamos los hashtags y los arquetipos de golpe. Conocimientos pluridisciplinares, con una importancia significativa de las «soft skills». Contenidos y metodologías giradas como un calcetín. Mezclar humanidades con tecnología y «management», metodología socrática, haciendo del mundo la escuela, sin barreras.
El calcetín lo tenemos que girar desde las primeras etapas de aprendizaje. No vale un modelo educativo a granel porque los niños desde muy pequeños ya muestran que no todos encajan al mismo saco. Tiene más inri cuando vemos que el mercado justamente tampoco lo pide. Ya no nos guiamos por un currículum que se ha transformado en una marca blanca, un «commodity» sino por una marca personal muy trabajada donde precisamente sacamos jugo a lo que nos hace diferentes, a nuestra singularidad.
Acabo con un cuento breve de en Kostas Axelos: «Un padre y una madre centauros contemplan a su hijo que juega en una playa del Mediterráneo. El padre se gira hacia la madre y le pregunta: ¿Tendríamos que decirle que solo es un mito?
¿En qué mito vivimos? El color de las chicas no es el rosa sino todo el arco iris. La diversidad siempre gana.
Laura Ravés
Directora de cultura, organización y personas